“Suicidio” Revocatorio

Autor: «…Fue precisamente la última de esas “maneras” de cometer suicidio, la que llamó poderosamente mi atención y me hizo reflexionar acerca del eventual“suicidio revocatorio” que una gran mayoría (más del 65% de los encuestados al efecto) de venezolanos aparentemente conscientes, hábiles, mayores de edad y de domicilios conocidos, pudiéramos estar adoptando con motivo de la pronta y segura realización del Referendo Revocatorio consagrado en el artículo 72 de la Constitución vigente…..»

Una mano amiga me hizo llegar, hace poco, unas profundas y hermosas palabras pronunciadas por el representante del Vaticano en Venezuela, Mons. André Dupuy.
En su intervención, el Decano del Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país, llamó la atención de sus oyentes sobre varias consideraciones. Me he servido de una de ellas para darle título al presente artículo.
En efecto señalaba el Señor Nuncio que en Francia, su país de origen, un grupo de jóvenes había planteado la siguiente observación:

“Hay tres maneras de suicidarse:

– yo me mato
– yo me dejo morir
y la tercera, yo me limito a vivir”.

Fue precisamente la última de esas “maneras” de cometer suicidio, la que llamó poderosamente mi atención y me hizo reflexionar acerca del eventual“suicidio revocatorio” que una gran mayoría (más del 65% de los encuestados al efecto) de venezolanos aparentemente conscientes, hábiles, mayores de edad y de domicilios conocidos, pudiéramos estar adoptando con motivo de la pronta y segura realización del Referendo Revocatorio consagrado en el artículo 72 de la Constitución vigente.
Hemos oído, leído y discutido todo (o prácticamente todo) lo que se puede saber sobre dicho instrumento revocatorio, incluido por vez primera en la Constitución del 99 por la misma persona que habrá de estrenarlo.

Así mismo sabemos que el artículo 5 de la Constitución le sirve de base al RR, al establecer claramente que la soberanía reside en el pueblo (al que ahora llaman con nombre de brandy español…), quien la ejerce directamente a través de los medios constitucionales previstos a tal fin, siendo la participación ciudadana uno de ellos. Pues bien, una de las maneras que tenemos los ciudadanos de participar y –por ende- de ejercer directamente la sacrosanta soberanía es, precisamente a través de la revocación popular del mandato.

Sabemos que es posible revocarle el mandato a cualquier funcionario que ocupe un cargo de elección popular, siempre y cuando se haya cumplido la mitad del período para el cual fue electo dicho funcionario. La Constitución establece que la mitad del período es tiempo más que suficiente para demostrarle al electorado, al “soberano” lo que se es capaz de hacer o dejar de hacer en cuanto al cumplimiento de las promesas electorales, ofrecidas por el funcionario cuyo mandato se pretenda revocar.
Sabemos tambien –pues algunos colegas constitucionalistas se han encargado de recordárnoslo en los últimos 5 meses- que para poder revocarle el mandato a cualquier funcionario electo que haya cumplido la mitad de su período, es necesario tambien que “alguien” así lo solicite formalmente ante el CNE.
Ese “alguien” debe ser, al menos, el 20% de los electores inscritos en el Registro Electoral Permanente. Sabemos –casi de memoria- el número exacto que ese porcentaje representa hoy en día en base a un REP de 11.955.665, es decir, necesitamos 2.391.133 electores que firmen dicha solicitud y la gente de Súmate ha hecho saber que cuentan con un total de 2.789.325 firmas válidas.
Seguimos sabiendo –como buenos sabelotodo que pretendemos ser- que la Constitución exige una nueva condición, una especie de “quórum mínimo” de participación ciudadana para que el revocatorio prospere y el mandato sea revocado. Un quórum de por lo menos el 25% de los electores inscritos al momento del acto de votación. Eso representa 2.988.916 electores, pero como el número mágico para que el revocatorio funcione es de 3.757.773, es evidente que tenemos que salir a votar mucho más electores que los que eligieron al actual Presidente. Eso tambien lo sabemos o, al menos, creemos que lo sabemos.
Pero es allí, al confrontar con la realidad del país esas cifras frías y escuetas pero implacables, cuando se me viene a la mente lo del “suicidio revocatorio”.

Esa manera de “suicidarse” consiste precisamente en limitarnos a ir a votar ese día (20 de noviembre) sin importarnos un cuerno lo que pase de aquí hasta allá y en particular permitiendo que el mal llamado “GEN” (Gran Elector Nacional), es decir, la ya también sacrosanta ABSTENCION vuelva a ganar una elección en Venezuela como nos tiene acostumbrados.
En Venezuela, como afirma el Señor Nuncio “ninguno tiene derecho a limitarse a vivir, es decir, al que no hace nada por vivir: que no tiene ideales en su vida, que no lucha por cambiar la situación en que nos encontramos, que no alza la voz para que sean respetados sus derechos…..”
No podemos cometer un “suicidio colectivo” No podemos permitir que el promedio de abstención (48,11%) vuelva a imponerse. Es un derecho (a la flojera o a la comodidad) que no estamos en capacidad de ejercer, porque nos lo reclamarían airadamente las nuevas generaciones de venezolanos.
Y, ¿cómo se evita ese suicidio colectivo? Muy fácil: dándole al individuo (en nuestro caso, al elector) razones para vivir que le borren de su mente las “ganas de morir” o –en nuestro caso- el limitarse a ir a votar. No nos podemos quedar con los brazos cruzados. Tenemos infinidad de razones para vivir y –sobre todo- para salir adelante, para superar esta y cualquier otra crisis política, económica o social que se nos venga encima y que –con seguridad- se nos vendrá después de que algunos mandatos electorales sean revocados (empezando por el del Presidente actual y siguiendo con los de algunos Gobernadores y unos cuantos diputados) y la sanción política que acarrea, por el desempeño inadecuado de los respectivos cargos, sea impuesta.
Cada quien debe saber a cuántos electores tiene que movilizar el día del Referendo y para eso debe identificarlos, precisarlos, convencerlos y asegurarse que voten ese día.

Ese día a nadie le estará permitido decir: “ya voté, yo cumplí con mi deber ciudadano”. ¡No señor! No podemos limitarnos con ir a votar.
Lo lamentamos mucho, pero eso no es suficiente.

Tenemos que demostrar nuevamente que somos un Bravo Pueblo, que nos merecemos esas hermosas estrofas de nuestro Himno Nacional.

Debemos hacernos respetar y, al mismo tiempo, lograr que quien se ha sentido nuestro dueño pierda esta elección por paliza.

De lo contrario estaríamos cometiendo todos –sin quererlo pero sabiéndolo- un imperdonable “suicidio revocatorio”.

Luis Alejandro Tamayo
Agosto 2003
(tamayola@telcel.net.ve)