El túnel del proceso penal // ALBERTO ARTEAGA SÁNCHEZ

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Solo quien ha sufrido la desventura de ser imputado en un caso penal o los abogados que trajinamos esa ingrata y apasionante materia tenemos alguna idea del verdadero estado del laberinto procesal por el cual se investigan los delitos y se determina la responsabilidad de sus autores o partícipes.

De la noche a la mañana cualquier ciudadano puede verse inmerso en el mundo de lo penal. Un accidente de tránsito, una denuncia por violencia a la mujer, una acusación por estafa o cualquier otro motivo pueden mover el monstruo del aparato judicial penal.

El que ingresa en el túnel de un proceso puede salir de inmediato sin saber cómo, ni quién lo ayudó o puede permanecer a oscuras sin entender por qué se encuentra allí, por qué razón se le procesa, quién decidirá el caso o cuánto tiempo estará retenido en el infierno de un antro carcelario.

Es una misión imposible tratar de entender el por qué del proceso pe-nal. Las explicaciones de su abogado son absolutamente ininteligibles y no guardan relación alguna con lo que, al parecer, pauta la ley. Lo único que puede estar claro para un preso es que no saldrá por lo que prevea una norma, sino por lo que decida un Policía, un Fiscal, un Juez o, en definitiva, por una «orden de arriba».

La prisión puede prolongarse indefinidamente. Pronto aprenderá una expresión mágica que nada resuelve y que se aplica indefectiblemente: «diferido el acto». En el proceso penal todo acto se difiere, en principio, porque «el Juez está en comisión», «el Fiscal tenía otro acto», «la víctima no fue notificada», «no había transporte para el traslado» o no se dio el necesario «impulso procesal».

Eso sí, una cosa quedará en claro: solo saldrá libre si previamente admite los hechos o reconoce su culpa, aunque nada haya tenido que ver con lo imputado.

Y un buen día, si el asunto no es político, el preso será sacado del sistema quedando marcado para toda la vida.

Pero si no está preso y el acusador perdió el interés, el caso dormirá el «sueño de los injustos», pudiendo despertar en algún momento que nadie puede precisar.

El proceso penal no se rige por normas escritas, sino por prácticas que se cumplen según el arbitrio de los funcionarios. Hay palabras que pueden resolverlo todo como lo es que se «acuerde una sustitutiva» que «se llegue la audiencia preliminar» que «se dicte un sobreseimiento». Prácticamente nadie espera una sentencia absolutoria y muchos sueñan con ser condenados, aunque sean inocentes, para que termine el proceso y obtener una fórmula alternativa de la prisión.

No podemos tratar de entender ni de explicar el enigma o el acertijo de la justicia penal. Es, simplemente, indescifrable e impredecible.

Como profesional del Derecho, dedicado a la materia penal, sencillamente entiendo perfectamente a quien no quiera ver, ni en pintura, a su abogado, al compañero de una travesía sin rumbo en un momento oscuro de la vida signado por el temor a lo desconocido y comprometida no solo su libertad, sino su propia vida.

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